Luis Francisco Pérez Redondo sobre la exposición de Santiago Serrano 2024
Antes de empezar a escribir este comentario en torno a la obra de Santiago Serrano (Villacañas, Toledo, 1942), hice la misma comprobación que suelo realizar cuando se trata de artistas españoles de larga y fecunda trayectoria, y más o menos de la misma generación: comprobar qué obras posee de ellos el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
En este caso concreto me alegró saber que el museo dispone de cinco magníficas pinturas fechadas entre 1976 y1996. Trabajos estos que me han permitido confirmar la rara y muy interesante fidelidad discursiva que Santiago Serrano ha mantenido siempre en su trabajo, incluso cuando al pertenecer a distintos periodos temporales la obra, en equivocada apariencia, pareciera reflejar trabajos formalmente diferentes, y así es ciertamente, pero esa “diferencia” no implica una alteración de las constantes vitales/creativas que en su obra están fuertemente asentadas desde la década de los setenta.
De hecho, las pinturas pertenecientes a la colección del Reina Sofía parecen brillantes prólogos, u “oberturas”, de trabajos posteriores, en los cuales comprobamos la sofisticada estructura deductiva tan “marca de la casa”, y tan sugerente en la recepción ocular de una compleja “combinatoria”, más que simplemente “organización”, donde las pinturas establecen una afirmativa seducción con estrategias persuasivas, o de “encantamiento” visual, pertenecientes a la cualidad expansiva de su misma presencia;
y a su vez aquello que parece “escultura” (no lo es y el artista no las considera tales) corresponde a la bidimensionalidad del plano pictórico por otros medios y recursos, pero sin abandonar nunca la tensión que en el trabajo de Santiago Serrano se produce siempre entre la pintura y su expansión o desarrollo espacial.
Y naturalmente, así sucede en la magnífica exposición actual que con el título de “Geometrías del silencio” ha sido comisariada por Mariano Navarro, autor también de la excelente revisión del trabajo del artista en el catálogo de la exposición.
Exposición de Santiago Serrano en Marquesa Gallery
Precisamente por el texto del catálogo sabemos de la querencia de Santiago Serrano por la lírica del poeta austriaco Georg Trakl, autor de una obra, en sus escasos veintisiete años de vida, muy importante en la literatura en lengua alemana del siglo XX.
Desde luego no es un dato que carezca de importancia, pues la poesía (como inspiradora y referente) también es hacedora del discurso creativo de nuestro artista.
Diría más: la rotunda geometrización de estas telas, que es al mismo tiempo muy suave y delicada, adquiere su máxima potencia expresiva en gran medida gracias a una refinada “poetización” de los planos y estructuras que conforman las obras; siendo lo geométrico ayudado, muy importante, por la sabia utilización de unos colores que parecen provenir de ancestrales pinturas de toscanos tiempos iniciáticos: arcillosos ocres, azules no marinos pero sí fluviales o pantanosos, rojos silenciosos y profundos, los despiadados y fulgurantes amarillos, inquietantes grises de tormenta, los rosas tímidos y temblorosos o los blancos sucios de indiferente y acomodaticia presencia.
En realidad, podríamos perfectamente “interpretar” estas obras como paisajes que surgen del fondo orgánico de la naturaleza representada en su más pura abstracción, lo cual me hace recordar la bella expresión de Ramón Gaya sobre el no-color en la pintura de Velázquez: las limpias y excitadas cenizas que llegan a la tela a través del aire y allí serenamente se posan. Si asumimos que estas estructuras pictóricas son paisajes, o podrían serlo, es porque, de hecho, son naturalezas, pero naturalezas transfiguradas.
Exposición de Santiago Serrano en Marquesa Gallery
“Diferencia y repetición” es el título de un importante ensayo de Gilles Deleuze, del cual vamos a servirnos de una frase/idea para seguir analizando la obra de Santiago Serrano. Al principio del ensayo leemos: “Hago, rehago y deshago mis conceptos a partir de un horizonte móvil, de un centro siempre descentrado, de una periferia siempre desplazada que los repite y diferencia”.
La frase es tan hermosa como diáfana, y en verdad parece que está hablando de nuestro artista y de la laboriosa organización de montaje (en su sentido cinematográfico) que realiza en todas y cada una de las obras -sean pinturas, sean delicadas estructuras en papel- en las cuales no existe un “centro” fijo, sí movible y descentrado, que es lo que permite que las estructuras que contemplamos puedan ser, en efecto, geometrías del silencio, pero también una territorialización abierta de lo que bien podemos calificar como “geometría de las pasiones”.
Es decir, una poética de las formas que sin descanso el artista las hace, rehace y deshace, a partir de un horizonte que es siempre el espejismo de una inacabable repetición en la diferencia. Son planos, por supuesto, lo que observamos, pero aún más imágenes. O lo que es lo mismo: estructuras de conocimiento abstracto que aspiran algo más que a la pasiva recepción de su misma presencia y belleza.
La primera acepción de la palabra “estructura” (que es siempre el dibujo de una arquitectura mayor) por el diccionario de la RAE es “La distribución de las partes del cuerpo o de otra cosa”. Finalmente llegamos a donde queríamos arribar. Estas silenciosas arquitecturas pictóricas son también partes de un cuerpo: una opción vital exigida por una estructura de pensamiento que trabaja y recuerda.
Una exposición sin duda muy inteligente y bella.
Luis Francisco Pérez Redondo
Noviembre 2024