Mariano Navarro «Todas las formas son perfectas» exposición Santiago Serrano

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Mariano Navarro. Todas las formas son perfectas

“La experiencia de lo bello y, en particular, de lo bello en el arte,
 es la evocación de un orden íntegro posible,
 donde quiera que éste se encuentre”.

 

Si algo define la obra de Santiago Serrano es, seguramente, la extraordinaria tenacidad con la que ha desplegado en el tiempo las fórmulas para mantener vigente un modo de la pintura sustentado en lo más austero de la presencia de lo pictórico, enlazándolo, paradójicamente, con una sensualidad, tan creciente como nada voluptuosa, del color y los materiales, y una riqueza narrativa en lo humano que lo afirman como una figura fundamental del arte español del siglo concluido y del actual.

En modo alguno es posible resumir una trayectoria cercana a las seis décadas en la introducción a una exposición individual, pero sí cabe enunciar los dos argumentos seminales y decisivos de ésta, nacidos y derivados, como es lógico, de su propia práctica y experiencia. 

En primer término, una evolución continuada del despliegue de las formas plásticas, tanto interiores como objetuales. Desde el formato tradicional del cuadro a las más sofisticadas presentaciones de la pintura sobre soportes que enunciaban varias de las posibles figuras geométricas y su construcción en el espacio; junto a la composición de un vocabulario y una sintaxis para su expresión plástica, tan profundamente ligada a la historia como amplia en la extensión de sus fronteras culturales.

Segundo, su profunda y permanente conversación con el mundo de los símbolos, los mitos y en general con lo narratorio que nos constituye en personas y a lo que quizás, habiendo seguido su obra de primera mano desde principios de los años setenta, no he prestado tanta atención como privilegiado sus aspectos pictóricos materiales.

Mantiene, pues, un diálogo con lo más hondo de lo existencial que tiene una primera coagulación verbal en sus títulos. Las más de las veces de una expresión no por objetual menos poética –Ahuecar, Hueco y memoria, Pan de cal, Abanderado, Orilla–, también el de las obras de esta exposición, Silenciarios y quimeras, Almas-quimeras, Adorquimera

“Los títulos son importantes tanto en cuanto tienen el sentido que deben tener. Un título puede definir una obra, pero no ocuparla”, afirma Santiago Serrano, en una de las entrevistas últimas que hemos tenido.

Y aquí resulta del todo pertinente una apreciación de Óscar Muñoz, autor de una imprescindible tesis doctoral sobre el artista: “La pintura [entendida] como un dispositivo estético, portador de belleza y disfrute sensorial que, desde el vínculo conceptual que el autor establece entre título e imagen, apela al intelecto del espectador suscitándole interrogantes sobre aspectos esenciales del mundo y de nuestra existencia –el tiempo, el espacio, el vacío, la soledad, la muerte, el silencio, la comunicación–.”

Así, y haciendo referencia solo a obras precedentes, Serrano explica: “Los Instrumentos de pasión eran las bases en líneas de unas formas, el triángulo, el rectángulo, el círculo, la curva y la recta. Hoz y guadaña. Eran formas que para mí constituían unos instrumentos amados, apasionados, con los que te juegas el tiempo, te juegas la vida”.

Instrumentos de pasión I, 1997 Técnica mixta sobre estructura de madera, 250 x 40 cm. Colección del artista. Mariano Navarro lo cita en su texto

Instrumentos de pasión I, 1997
Técnica mixta sobre estructura de madera, 250 x 40 cm.
Colección del artista

Las otras son las Nonas, paradigma de la vinculación que la obra de Santiago Serrano forja con una espiritualidad hija de la materialidad física de la pintura. Algo que viene de siempre en su trabajo.

“En las Nonas he ejercido la pintura sobre la forma. He pintado la forma. La forma está creada, yo lo único que he hecho es jugar, en su sentido más amplio y antropológico del juego. Los animales aprenden jugando, como los niños, o como los animales. Podemos llamarlo juego, o sinergias, sinergias del azar inducidas”.

De aquellos años son también Breves, cuatro X de diferentes tamaños, también pintadas, que se apoyan contra la pared en montajes que bien pueden ser aleatorios.

Y me es imposible no repetir una cita leída esta misma mañana: “El filósofo francés Alain Badiou dice que los artistas son los encargados de darle forma a lo que no tiene forma”.

Breves II, 1990
Óleo y vinílico sobre lienzo, 225 x 400 cm. (4 piezas)
Colección del artista

 

Los títulos y su traducción física pictórica revelan otro aspecto sustancial a su entender los modos de hacer, una estrechísima y honda relación con lo poético y la poesía –avalada por la riqueza formal de las palabras, sus significados y etimologías–, que ha tenido reflejo en muchas de sus creaciones.

Nos centraremos en una en concreto, por la relación genealógica con la obra que ahora presentamos: “El Rondó de Trackl, una pintura de 1990, está pintado de una manera muy alegre, con unos amarillos, ocres, sienas y azules. El rondó es una arandela grower, es decir, un círculo que se sobrepasa a sí mismo, que monta sobre sí, donde acaba montado por encima de sí mismo. A la vez un rondó es un baile en círculo, es alegre, primaveral, y se baila en el campo. Lo extraño del poema de Trackl  es que mencione colores, amarillos, sienas (pardos), azules… y siempre son colores glaucos, tenebrosos, lechosos, blanquecinos, nebulosos, violáceos, son colores casi repulsivos.

Rescaté de los poemas de Trackl toda la parte positiva que yo veía, y lo transformé en una forma que se superaba a sí misma; el arete se superaba a sí mismo; eso, como siempre, pintando sobre la forma. Ahora estoy haciendo eso mismo. Pinto triángulos que se superan a sí mismos”. 

Rondó de Trakl, 1992
Vinilo y óleo sobre lienzo pegado a madera, 202,5 x 200,5 x 4 cm
Colección Banco de España

 

Describe algunas de sus pinturas actuales –un ciclo que inició en los ahora aparentemente remotos días de la pandemia de 2020, como “una entrañable mirada interna hacia esa ilusión que quería dar a los demás”–, como “mariposas”, porque sus formas y despliegue le fueron sugeridos desde una doble fuente. La primera una canción del músico y cantante uruguayo Jorge Drexler titulada Quimera, cuya primera estrofa dice: “Te salgo a buscar, quimera / Mariposa de papel / Te pienso seguir buscando/ La vida entera”; y muy poco más adelante las frases, “Dejando en la hoja en blanco / Cicatrices que el tiempo imprime”.

La segunda, quizás más determinante, una secuencia analógica que define su forma de imaginar: “Psiqué en griego significa alma” –me dice–, “el conocimiento del alma, y alma, en griego, es también mariposa y, a la vez, gusano, es decir, pupa, metamorfosis; una inmensa ampliación del abanico de los significados. Quimera es una forma poética de nombrar una ilusión, algo que aunque se vaya a llevar a cabo difícilmente, contiene de todos modos una realidad propia, y es justamente el contenido que el tiempo le da mientras lo realizas”.   

Obras las de esta exposición para cuyo origen remoto ofrece una explicación que se aproxima al cuento (en su más alta acepción prosística).

Hace no sabe exactamente cuándo, pero seguro que hace más de cinco años, se percató de un singular detalle en las pinturas murales de la tumba del faraón Merenthap, primogénito de Ramses II. En uno de los muros principales, uno de los pintores de la tumba había inscrito la imagen de dos triángulos unidos por uno de sus vértices. Se convirtieron a sus ojos en la imagen de una veleta que gira horizontal y verticalmente, y que bautizó como “Fundamentos”. Una figura principal con la que desarrolló ediciones digitales y algunas pinturas.

“Si a un hombre lo entierran rodeado de todos sus enseres y haberes, objetos y riquezas, de todo aquello que quería poseer y estar relacionado en vida, e inscriben ese símbolo, para mí” –afirma– “esos dos triángulos significan que el de arriba es equivalente al de abajo, pero el uno es el presente y el otro es el pasado, o uno el presente y el otro el futuro. En cualquier caso, al faraón lo enterraban para que viviera eternamente. Ese pasado convertido en futuro es lo que deseaba cualquiera de los faraones”.

Inesperadamente irrumpe la eruptiva noción de que es la obra de arte, aquí ese movimiento giróvago entre futuro y pasado de dos triángulos unidos por su vértice rectángulo, la que concede, muy por encima, y con mayores fundamentos que la voluntad del faraón, la cualidad de lo eterno. Valga para nosotros conformarnos solo con lo perdurable de la obra ante los ojos de varias generaciones. 

 “No me gusta la palabra religión aplicada a la obra” –afirma–, “quizás un término más exacto para mí sería mística. Un individuo solitario en el desierto, sin otras reglas y normativas que las suyas propias y sus visiones”. Parafraseando un aserto histórico Serrano, de ser, es místico en la medida que es estético, y es estético por su misteriosa raíz mística.

En cierto sentido, recupera el símbolo histórico y antropológico, al tiempo que lo traslada pictóricamente a una significancia que pertenece casi exclusivamente a su modo de entender el ser, el proceso y el hacer del arte.

Dicho de otro modo, las Nonas que Santiago Serrano pintó en los años noventa –tan próximas, a mis ojos, a su actual propuesta– están tan presentes hoy en lo que la pintura significa, como lo estuvieron en su presentación pública. Son contenedores de tiempo, que hospedan el pasado y se proyectan al futuro. Las obras viven un presente continuo, quienes cambiamos somos nosotros.

Lo que resulta fascinante a mi entender de su entendimiento del hecho artístico es esa incisiva concurrencia de juego físico y material de las formas extraída, sin solución de continuidad de las energías de la Gestalt y de la fuerza narrativa de los símbolos y los mitos.

A estos últimos hemos dedicado hasta ahora lo fundamental del texto, pero nada de lo dicho resulta visible sin su concreción física, material, con su color y su forma en las obras pintadas por el artista.

Obras en las que no por voluntad artesana, sino por la permanente búsqueda de la mayor precisión posible para hacer perceptible su presencia, Serrano se ocupa él mismo del complejo proceso de construcción del soporte, que incluye tanto la carpintería como el corte del metal, y su posterior entelado.

Son pinturas extrañas por completo a la tradición del rectángulo, el cuadrado, el rombo o el tondo, que establecen líneas de fuerza, tensión y desarrollo del color hasta configurar los límites de la forma y expandirla, concediéndole así una paráfrasis subversiva del aserto de Julio González de que la escultura de Picasso dibujaba en el espacio. Santiago Serrano engulle el espacio en el hecho mismo del dibujo.

Pero esa sofisticada formulación de la figura no sería nada sin el hecho definitivo de ser pintada y, por tanto, hecha del color y sus combinaciones. Y aquí la paleta del pintor, ya lo enunciábamos al inicio del texto, exhibía “una sensualidad, tan creciente como nada voluptuosa del color”. Sensual porque explora hasta las profundidades de la sensibilidad su capacidad para conmover nuestros sentidos con una extraña potencia sinestésica y una empatía ligada a la voluntad de comunicación y contacto próximo del artista. Y nada voluptuosa, porque no es ni complaciente consigo misma ni dada a deslizamientos que resulten independientes a, en el fondo, su austera voluntad.

No son colores que el pintor busque y repita en los que le ofrece la naturaleza. En su mayoría responden a un contraste con un color si no dominante sí casi siempre presente, el negro. “Es el que me proporciona profundidad, potencia, misterio, precisamente por el contraste con otros colores, diversos rojos, azules, rosas… Y lo que me gusta, algo que ya usaban los egipcios es el esfumato, ese difuminado en el paso de un color a otro que consigue que esa frágil frontera vibre; también cuando se juntan dos colores me gusta difuminarlos porque se crea una atmósfera muy sensual, como si un color acariciara al otro suavemente”.

Un último elemento que juega un papel también determinante en el hacer de Santiago Serrano es la abierta admisión de la potencialidad del azar, y de la imprescindible atención del artista a los pequeños detalles. El día 1 de agosto pasado, inmersos uno y otro en los distintos trabajos para esta exposición, Santiago me envió la fotografía de una piedra que había encontrado en su paseo por el campo de Caracenilla: un triángulo rectángulo pétreo, de apariencia elaborada, a la que se había adherido una mariposa de su misma gama de color, un Silenciario y, a la vez, una Quimera.

 

Mariano Navarro

Septiembre 2024

 

1 Gadamer, Hans-George, La actualidad de lo bello, Ediciones Paidós, Barcelona, 1991, pag. 85.
2  Mantenidas entre el 1 de septiembre y finales de ese mes de 2024.
3  Muñoz Sánchez, Óscar, Santiago Serrano, tras el velo de la imagen. Pintura y obra sobre papel, 1967-2013, Universidad Nacional de Educación a Distancia, Facultad de Geografía e Historia, Madrid, 2014, pag. 220.
4 Abril, Guillermo, “Sergio Cabrea, cineasta y embajador de Colombia en Pekín: ‘China descubrió hace tiempo que ni Marx ni Lenin son suficientes’”, “El País Semanal”, 23 de septiembre 2024.
5 Poemas (1913)  RONDÓN
Transcurrido es el oro de los días,
Los colores pardos y azules de la noche:
Del pastor se han muerto dulces flautas
Los colores azules y pardos de la noche
Transcurrido es el oro de los días.
6 González, Julio,“Picasso sculpteur et les cathédrals” (Picasso escultor y las catedrales), Cahiers d’Art de 1936

 

Foto de Rocio Martínez Martínez

Rocio Martínez Martínez

Rocio Martínez es cofundadora y directora de Marquesa Gallery. Historiadora del arte y experta en mercado artístico con más de 6 años de experiencia, ha trabajado estrechamente asesorando en la adquisición de obras de arte, tanto con galerías como con coleccionistas privados.

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Rocio Martínez es cofundadora y directora de Marquesa Gallery. Historiadora del arte y experta en mercado artístico con más de 6 años de experiencia, ha trabajado estrechamente asesorando en la adquisición de obras de arte, tanto con galerías como con coleccionistas privados.

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