A través del juego lumínico de luces y sombras, de foco y contraluz, en una puesta en escena casi teatral, el conjunto de la obra de Arol hunde sus raíces en un lenguaje surrealista, onírico, simbólico que lanza sin filtros y sin que medien razones, ni razón, las imágenes que rescata de los recovecos del inconsciente.
Personajes tan tiernos como inquietantes, en entornos aislados y representados en su propia existencia, crean por momentos una mitología personal dentro de este universo inconsciente. Muchos de ellos con apariencia inocente, en una mirada detenida, nos desvela ese niño, con frecuencia herido, que en todos habita. Este reconocimiento inmediato provoca una interpretación que oscila entre la dulzura creadora y la potencia nociva en una dualidad presente en la naturaleza misma, tan bella como destructora.
La verdad estética de sus metáforas visuales parte de una verdad íntima, atraída desde siempre por el mundo emocional, por su curiosidad e inquietud hacia el universo personal que anida dentro de nosotros y que ejerce de disparador de la obra, como resorte, al mismo tiempo, de un proceso catártico de propia transmutación interna.
Arol – Arte Surrealista
El surrealismo convierte lo inconsciente en escenas de intenso simbolismo, exponiendo la dualidad inherente a la naturaleza humana.
El trabajo de Arol se basa en un uso preciso de luces y sombras, generando contrastes de foco y contraluz que le dan a su obra un aire teatral y misterioso. Este juego lumínico realza su lenguaje surrealista, donde las imágenes emergen sin filtros desde lo inconsciente. A través de composiciones simbólicas y oníricas, Arol crea escenas visualmente impactantes que exploran las profundidades de la psique humana.